martes, 24 de julio de 2012

Sarmiento vs. Alberdi; el comienzo de una polémica

Sarmiento "Boletinero" del Ejército Grande de Urquiza
Justo José de Urquiza manipula los resortes para ser el nuevo representante legal de la República. Convoca así, a los gobernadores de Santa Fé, Corrientes y Buenos Aires, quienes se reúnen en Palermo el 5 de abril de 1852 y le confieren el cargo de dirigir las Relaciones Exteriores de la Nación, el mismo señuelo con que Rosas habíase apropiado del poder por más de veinte años. Provisto ya de esa investidura, convoca a otra reunión a los gobernadores del país, la que habría de realizarse en San Nicolás de los Arroyos. Así, de este origen, nace el pacto que lleva ese nombre, primera piedra puesta firmemente en los cimientos del edificio de la organización nacional.
En los últimos días de mayo, reúnese este Congreso de Gobernadores, muchos de ellos miembros activos de la tiranía de Rosas, y en el se confiere el cargo de Director Provisorio, hasta que se reúna el Congreso Constituyente que habría de aprobar la Constitución del Estado.
Urquiza, mientras tanto, había designado Gobernador de Buenos Aires a Vicente Lopez y Planes, quien contaba al momento con 67 años de edad. El autor de la letra del Himno Nacional, había sido en 1827, quien reemplazaría en la presidencia a Bernardino Rivadavia, siendo el segundo y último en cubrir el cargo de la efímera Ley de Presidencia de aquel período. 
Lopez y Planes concurrió a la reunión de San Nicolás y firmó el pacto aprobado por los catorce gobernadores de Provincias. Sin embargo, la legislatura bonaerense, recientemente electa, y en la que figuraban Mitre, Velez Sarsfield y Valentín Alsina, desaprobó tras cruento debate, el pacto firmado por el gobernador, provocando la renuncia de Lopez y Planes en el mes de julio. La sala nombra de esta manera, gobernador a su presidente el General Manuel Guillermo Pinto.
La respuesta de Urquiza fue disolver la Legislatura y desterrar a sus tres figuras más notables.

Entre los intelectuales, Sarmiento y Alberdi, tomarán caminos opuestos. El último está ya inclinado en favor de Urquiza y sus célebres Bases para la Organización de la República Argentina, sería adoptado por la convención constituyente. En vano intentaría el tucumano, convencer a Sarmiento de apoyar el intento de organización constitucional y la negativa del otrora "boletinero oficial" del Ejército Grande de Urquiza, iniciaría entre ambos una larga y documentada polémica.

Las intervenciones provinciales y los conflictos armados en el interior no se hacían esperar. El caso de la provincia de San Juan es alcanzado por ellos, cuando el gobernador Nazario Benavidez se traslada a San Nicolás y es depuesto por el presidente de la legislatura Zacarías Yanzi. Los unitarios sanjuaninos habían aprovechado la ausencia de quien fuera anteriormente uno de los aliados de Rosas.
Bajo el gobierno de Yanzi, se eligieron los representantes en el Congreso Constituyente. Los mismos eran Sarmiento y Salvador María del Carril. Pero Benavidez, apoyado por fuerzas de Urquiza, regresó a San Juan, depuso a Yanzi y anuló la elección de diputados donde Sarmiento fue reemplazado por Antonio Aberastain.

Para esto el Buenos Aires de Mitre y Alsina se levanta en armas contra la dominación de Urquiza en la llamada Revolución del 11 de septiembre de 1852. Valentín Alsina sería nombrado gobernador de la provincia. Buenos Aires redactaría su Constitución como estado independiente en el año 1854 y no formaría parte del país hasta 1862 tras la batalla de Pavón.


EL INICIO DE LA POLÉMICA

La dedicatoria de Sarmiento (Yungai, 12 de Noviembre de 1852) a Juan Bautista Alberdi de su "Campaña en el Ejército Grande" en la que el sanjuanino dirigía la crítica contra Urquiza, disparó el altercado entre los dos intelectuales. Sarmiento se rectificará aquí de su acuerdo con el General Urquiza a quien antes de vencer a Rosas había denominado como "la Gloria más alta de la Confederación". Entre otras cosas dirá que el Pronunciamiento de Urquiza contra Rosas "era un cuento inventado por los especuladores de la Bolsa."
En definitiva Sarmiento, apostado ya en el bando porteño, exhorta a Alberdi a "no mezclarse en este período de transición pasajera", aunque también el sanjuanino manifiesta que no tiene interés en persuadir a su otrora compañero de bando; "usted desempeña una misión, y no han de ser argumentos los que le hagan desistir de ella." De esta manera Domingo Sarmiento intenta despegarse del liderazgo de Urquiza con el cual tuvo contratiempos durante la campaña y rechaza el caudillismo del entrerriano; "me han bañado la cara los sesos de los soldados que creí las últimas víctimas de la guerra civil. Buenos Aires está libre de los caudillos, y las provincias si no las extravían, pueden librarse del último que sólo ellas con su cooperación levantarían. En la prensa y en la guerra, usted sabe en qué filas se me ha de encontrar siempre, y hace bien en llamarme el amigo de Buenos Aires, a mí que apenas conocí sus calles, usted que se crió allí, fue educado en sus aulas y vivió relacionado con toda la juventud."



             
Con respecto a la conducta de Alberdi durante el sitio de Montevideo, cuando el tucumano se embarcó hacia Europa para más adelante radicarse en Chile, Sarmiento dirá; "usted sabe, según consta de los registros del sitio de Montevideo, quién fue el primer desertor argentino de las murallas al acercarse Oribe."


LA PRIMERA CARTA

La sutil y minuciosa respuesta de un afectado Alberdi, no se haría esperar y en enero de 1853, desde la localidad chilena de Quillota, hizo pública la primera de una serie de respuestas, las cuales más adelante serían recopiladas y editadas con el nombre de Cartas Quillotanas. Desde aquí, el tucumano, pondrá énfasis en reconocer que ha operado un cambio sustancial en la situación del país desde que ha acaecido la caída de Rosas. Urquiza no es igual a Rosas, por lo tanto, el autor de las Bases opinará que la prensa opositora que realizara Sarmiento en épocas anteriores, en dónde se intentaba luchar contra un gobierno despótico, no debería repetirse dada la nueva situación. "Su pluma tan bien empleada en los últimos años, no sirve hoy día a los intereses actuales de la República desembarazada del despotismo de Rosas". Existe un "congreso que se ocupa de dar una constitución a la República". 

El autor de las Bases rescata la actitud belicista y confrontativa de Sarmiento; "por diez años ha sido usted un soldado de la prensa; un escritor de guerra, de combate. En sus manos la pluma fue una espada, no una antorcha". Critica aquel "silencio de prensa" al que lo llama el sanjuanino, el mismo silencio el cual llevado a cabo anteriormente por el partido unitario en 1827, posibilitó el ascenso de Rosas al poder. Actitud que el mismo Sarmiento había criticado en su "Facundo".

"En la paz, en la era de organización en que entra el país, se trata ya no de una persona, sino de instituciones: se trata de Constitución, de leyes orgánicas..." El escritor liberal otorga un verdadero ejemplo de republicanismo. En el gobierno de la ley, ya no se trata de favoritismos, cualesquiera que estos sean; "dad garantías al caudillo, respetad al gaucho si queréis garantías para todos". "¿Diréis que con los gauchos es imposible tener libertad perfecta? pues no hay otro remedio que tenerla imperfecta"

Dentro del sistema de pensamiento radical de Domingo Sarmiento, se encontraba la idea de que el gaucho, representante y producto natural de estas tierras, era la antítesis de la civilización, y en consecuencia resultaba imposible tratar de civilizarlo. Por tanto no podría existir verdadera civilización en estas tierras, hasta el momento de efectuar su completo exterminio. Esto era lo que llevaba al sanjuanino a no aceptar ningún grado de caudillaje y por tanto rechazar a Urquiza de la misma manera que anteriormente se había opuesto a Rosas. Alberdi dirá al respecto de este tema que, en caso de llevarse a cabo; "tal principio llevará a suprimir toda la nación argentina hispano-colonial, y a suplantarla de un golpe por una nación argentina anglo-republicana", según el tucumano; "la única que estaría exenta de caudillaje". Consciente de que no se puede ser civilizado, empleando los métodos de la barbarie, Alberdi le advierte a su oponente que; "el día que creáis lícito destruir, suprimir al gaucho, porque no piensa como vos, escribís vuestra propia sentencia de exterminio y renováis el sistema de Rosas". Se trata de construir un orden basado en un sistema normativo que otorgue garantías a cada habitante, y no se base en ninguna clase de favoritismos. Porque un sistema liberal no puede pretender la libertad y la seguridad de ninguno de sus miembros en particular, sin otorgarla a todos en general; "no hay más que un medio de admitir los principios y es admitirlos para todo el mundo". Las consecuencias de la organización del Estado basado en facciones o favoritismos, cualesquiera que estos sean, son funestas; "si tenemos derecho para suprimir al caudillo, ellos le invocarán mañana para suprimirnos a nosotros". 

Alberdi ratifica que ya ha tomado partido por la propuesta de Urquiza y se despega de su contrincante diciendo que no está "por el sistema de esos escritores, que nada tienen que hacer el día que no tienen que atacar". Además le advierte; "voy a estudiarlo en sus escritos... voy a estudiarlo como escritor". Lapidario sentencia que "por excusar su pereza, su falta de estudio, de educación y de inteligencia práctica en las leyes de los debates de libertad, finge que sus adversarios actuales son iguales a los pasados". 

En los párrafos finales, Alberdi haciendo uso de una notable capacidad dialéctica, propinará a Sarmiento los golpes más certeros que encenderán, luego, la ira del sanjuanino: lo llamará caudillo. "En los países de caudillaje, hay caudillos en todos los terrenos. Los tiene la prensa lo mismo que la política. La tiranía, la violencia, está en todos, porque en todos falta el hábito de someterse a la regla".
La alusión al "Facundo" nunca será más aguda que cuando compara al virulento escritor con la clasificación dada por este al riojano Quiroga; "La prensa sudamericana tiene sus gauchos malos. Y no por ser rivales de los caudillos de sable, dejan de serlo los de pluma". El golpe de knockout llegará cuando al igual que Sarmiento cuando habla del gaucho, Alberdi diga de este, que como caudillo de la pluma, también se trata de un producto autóctono de la naturaleza salvaje de las pampas argentinas; "el caudillo de pluma es planta que da el suelo desierto y la ciudad pequeña; producto natural de la América despoblada."

La comparación de Sarmiento con Rosas será el punto cúlmine que terminará por enardecer al destinatario; "Si los gauchos en el gobierno son obstáculos para la organización de estos países, ¿los gauchos de la prensa podrán ser auxiliares y agentes de orden y de gobierno regular?".  


Alberdi utilizó todo su ingenio para hacer encuadrar a Sarmiento dentro del propio estereotipo de gaucho por este enunciado. Según Sarmiento, las pampas desiertas generan hombres embrutecidos por la falta de contacto con la civilización. Alberdi agregará que esto ocurre también con escritores e intelectuales, y como tal, Sarmiento no es más que un "gaucho de frac" . La contestación iracunda de Sarmiento no se haría esperar...


Cenotafio de Juan Bautista Alberdi. Recoleta

"Destruir es fácil, no requiere estudio; todo el mundo sabe destruir en política como en arquitectura. Edificar es obra de arte, que requiere aprendizaje".

Juan Bautista Alberdi, Primera Carta Quillotana.



Fuentes: - C. Galvan Moreno, Radiografía de Sarmiento (1938), Ed. Claridad, 2º Ed. 1961.-
               - Juan Bautista Alberdi, Primera Carta Quillotana (enero de 1853).-