lunes, 6 de agosto de 2012

Arte Romano; entre lo autóctono y lo heredado

Es indudable que los romanos no pueden incluirse en el reducido número de pueblos para los cuales el arte fue una elevada forma de expresión originada en ellos. Su arte plástico no nació del instinto creador de todo un pueblo, sino que se derivó del arte griego. Según el historiador del arte Johann Joachim Winckelmann "han existido escultores y pintores romanos, los cuales algunos de ellos elevaron su arte a gran altura y muchos pueden compararse a los artistas griegos, pero de tales obras no se desprende ningún sistema de arte romano que se pueda diferenciar del griego".

Foro Romano



                         
Aquel que haya visitado Roma después de Atenas, la blanca ciudad de mármol; aquel que después de la Acrópolis haya contemplado el Foro Romano, el Palatino o las Termas Imperiales, habrá observado la diferencia entre dos mundos distintos y que esta diferencia no es solo hija del tiempo.
Todo el arte europeo ha llegado a ser grande en una constante y repetida dispersión de la herencia que le legara la Antigüedad. Romanas efigies de emperadores, romanos sarcófagos, bustos y estatuas constituyeron la pura expresión de la Antigüedad para los artistas desde la Edad Media hasta el barroco, mientras que la arquitectura griega todo lo más influyó teóricamente a través de los escritos del arquitecto romano Marco Vitrubio y la verdadera plástica griega, especialmente los períodos clásico y pre-clásico, puede decirse que permanecieron desconocidos.
Como ejemplo se puede decir que Federico II embelleció su castillo de caza de Castelmonte con un suntuoso portal de pura forma romana. La Basílica de San Pedro fue edificada proponiéndose la ideal competencia con construcciones como el Panteón de Agripa y la Basílica de Majencio.

El Panteón de Agripa (Arriba) fue una de las fuentes de
inspiración para la construcción de la Basílica de San Pedro

Cuando de intento quísose aproximar a los antiguos siempre se adoptaron las formas romanas pero no las griegas. Poetas como Dante y Racine, pensadores como Montaigne, soberanos como Federico II y Luis XIV, artistas como Bernini.
Con el fin del barroco, y en parte debido a Winckelmann, rompióse la inmediata tradición romana para vivir una existencia pasajera en torno a la figura de Napoleón. Comenzó un nuevo clasicismo que por primera vez desdeñaba el arte romano y buscaba la inspiración directa de Grecia. El arte griego ha sido reestablecido y el sueño de Wincklemann adquirió realidad. Goethe, quien llevó a la perfección este espíritu, había experimentado al principio algunas dudas ¿Que significaba el arte romano ante el nuevo descubrimiento que se efectuaba? "Estilo de imitadores, decadencia y fracaso del arte"; esto pensaba Wincklemann de la época romana.

A partir de fianles del siglo XIX comienza una revalorización del barroco, hasta el momento despreciado, y con ella aparecía una nueva valorización del arte romano. Las obras de los historiadores del arte Wickoff y Riegl pusieron énfasis en el gran proceso evolutivo que había experimentado el arte griego durante el imperio romano, considerando todas las ramas del arte. Pero lo decisivo aquí era que el camino para el estudio quedaba abierto y exento de prejuicios.

Johann Wincklemann. Historiador del arte
Ayudó a la nueva tendencia, la investigación literaria preocupada de esclarecer lo que es autóctono y original dentro de la poesía y prosa latinas en contraposición a la forma y el espíritu de tradición griega.

Roma recibió la influencia del arte griego por dos caminos distintos. Cuando todavía no podía presumirse el poderío político y cultural que un día alcanzaría sobre la península de los Apeninos, ya el sur de Italia y la Isla de Sicilia se conocían con el nombre de Magna Grecia; por este tiempo se completaba en el centro de la península la helenización del pueblo etrusco, que ha sido el elemento pre-romano más importante. A través de la versión etrusca, de carácter semi-bárbaro, los romanos vinieron a conocer por primera vez el arte de Grecia. "Toscanos" eran sus antiguos santuarios y representaciones religiosas, artistas etruscos ornamentaron el templo de Júpiter, construído sobre el Capitolio.

Cuán profundamente se hallaba mezclado el elemento etrusco con el romano lo demuestran muchos aspectos de la religión, las costumbres, y el hecho de que un gran número de nombres propios romanos sean de origen etrusco y que hasta la misma ciudad eterna recibiera su nombre de una noble familia Etruria. Formas características del arte Etrusco han seguido reproduciéndose en templos y sepulturas, y dicha influencia se reconoce en sectores peculiares del arte romano, como el retrato escultórico y la interpretación paisajista. Estas especialidades prestan al arte romano un matiz propio.

La verdadera helenización de Roma comenzó con la enorme expansión de la cultura griega producida por las expediciones de Alejandro. Sólo que en Roma el helenismo no se infiltró por conquista, como sucedió en Oriente, sino que Roma primeramente impuso su dominio en la Magna Grecia, después en Grecia y Asia Menor, siguiendo las rutas que conducían al mundo descubierto por Alejandro, y obteniendo con ello para sí la herencia del Helenismo.


Fachada del Templo de Júpiter Capitolino
con influencias etruscas
Cuando se dice que Roma fue la última capital del Helenismo, se debe observar el contraste que ofrece la actividad de ésta con la postura pasiva que adoptó Oriente. Tal actividad se manifiesta en la apasionada colección y copia de obras griegas, así como el deseo de imitar a Grecia tanto en poesía como en filosofía, tanto en lenguaje como en la vida. Tanto es así que en los últimos tiempos de la República, se hace dificil diferenciar en el dominio del Arte aquello que es griego de lo romano, de tal modo que no puede contestarse facilmente la pregunta ¿cuando comienza el arte romano?

El proceso de fusión del espíritu griego y el romano perdura todo el período imperial, pues aunque el mundo heleno ya había sido incorporado al imperio, no obstante seguía viviendo su propia vida, conservaba su lengua y veneraba a sus dioses junto a los de los romanos; en una palabra: los hombres de la mitad occidental del Imperio habían seguido siendo griegos.

Si no se quiere hablar ya de "arte griego bajo el dominio romano", como dijo Wiclemann, sino simplemente de arte romano, es debido a la evidencia de que el espíritu de Roma se afirma y ha hecho presión sobre las formas del Helenismo.

Fuente: Herbert Koch, Historia del Arte Romano, Ed. Labor S.A., 1926.

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