lunes, 8 de octubre de 2012

Joaquín V. González, La Ideología del Siglo

Joaquín V. González
El Período que se extiende entre 1880 y 1916, desde la federalización de la ciudad de Buenos Aires hasta la definitiva implantación de la reforma electoral, está dominado por un conjunto de figuras individuales que por edad eran mas o menos contemporáneas del ciclo en que se gestó y asentó el proceso constitucional de 1853. Una de ellas figuras fue Joaquín Victor González, nacido en la provincia de La Rioja en 1863, alcanzó una destacada actuación por muchos años como diputado, senador y ministro.
Después de graduarse en abogacía se destacó en el estudio de las leyes y, junto a Francisco Ramos Mejía y a Aristóbulo del Valle, participó en la obra de actualizar el régimen jurídico argentino, al que trató de alejar de la excesiva gravitación ejercida por la influencia norteamericana y de adaptar más eficazmente a los requerimientos de la situación nacional. Se desempeñó como Ministro del Interior y luego de Justicia e Instrucción Pública, fue integrante de la corte de Arbitraje de la Haya y llevó a cabo la fundación de la Universidad de la Plata en 1906. Fue además uno de los principales redactores de la Ley Nacional de Trabajo, estuvo entre los más lúcidos participantes de la acción gubernativa que habría de culminar en la Ley Saenz Peña, no sólo por considerarla única compatible con el espíritu de la Constitución sino también por considerarla única compatible con el espíritu de la Constitución.
La inagotable actividad que desplegó Joaquín V. González como gobernante, legislador, jurista y hombre de letras alcanza uno de sus momentos más destacados cuando escribe EL JUICIO DEL SIGLO, al conmemorarse el centenario de la Revolución de mayo de 1810. Sin duda es un libro personal y singularísimo, pero el mismo, no deja de constituir el más cabal resumen de las nociones políticas de las principales figuras de su generación. No pretende ser una investigación histórica original, sino un ensayo de interpretación fundado en vastas lecturas y en una sólida visión de la realidad.
Por su formación y espíritu liberal González pertenece a la linea de Rivadavia, Alberdi, Sarmiento y Avellaneda, pero al mismo tiempo exalta con espíritu de justicia la obra de Dorrego y Pedro de Angelis, condena el innecesario asesinato del caudillo coterraneo suyo "chacho" Peñaloza.
El fragmento de EL JUICIO DEL SIGLO que aquí se reproduce corresponde a algunas de las páginas finales de la obra en la que avanzada la progresión temporal que comienza en el mayo de 1810 va llegando a los acontecimientos más cercanos de su época; la admiración por Avellaneda, la valoración acerca de la recientemente consumada Conquista del Desierto, y una visión de la realidad influenciada por las teorías de pureza de raza, derivadas del positivismo y las teorías de Spencer de evolución social, derivadas a su vez de la selección natural darwiniana, son algunos de los temas tratados. 
El aspecto polémico de la obra corresponde, sin duda, al aspecto ideológico que muestra  el objetivo de la pureza de raza. La raza que tiende a sobrevivir salteando los procesos de selección que el medio le impone (europea) y por lo tanto es la que está destinada a perdurar, haciendo moralmente aceptable el exterminio de las razas inferiores (india).
Por otra parte, la inmigración derivada del proyecto de país enunciado en la Constitución, comenzaba por la época del Centenario a manifestar los primeros problemas sociales y nos muestra la interpretación de González, la estupefacción que causó en aquel momento a la clase gobernante de la época, y el ánimo del autor por tratar de buscar una solución por la vía jurídica y por lo tanto pacífica.


EL PAÍS: CONSTITUCIÓN y PROGRESO

Nicolás Avellaneda
Durante la presidencia de Avellaneda, que tuvo en la mente y en la discusión parlamentaria el problema del repartimiento de la tierra baldía en la mejor forma, nació el propósito de avanzar la ocupación del llamado desierto, que Rozas había atravesado en 1833 hasta el río Colorado sin ventaja real alguna si no era la de preparar en ausencia su plan de dictadura, pues en 1878 se hallaba en el mismo estado que antes de la estrepitosa expedición que valiera al tirano el título pomposo como el de las Galias, de "Héroe del Desierto". Hubo un estadista argentino(1) que imagino el recurso estratégico de una zanja inmensa que dividiese la zona libre de la invadida por el salvaje, y que alguien llamó con incisiva mirada "una muralla china invertida", aludiendo a la idea de separación y de enclaustramiento que parecía envolver entre el dominio pleno del soberano y el precario o condicional del indígena. Una zanja simbólica de división, en la época más aguda del litigio en el cual de parte de Chile llegó a pretenderse derecho sobre la Patagonia hasta el Río Negro, era una idea poco feliz y sólo propicia para los argumentos sutiles y hábiles con que nuestro adversario de ayer y buen amigo de hoy, Chile, nos había disputado aquel dominio. 

Imperecedero será y cada vez mejor comprendido y avalorado, el plan de ocupación total y simultáneo de la Patagonia por el ejército de la Nación, que en una carta publicada oportunamente trazó el ministro de guerra de Avellaneda, el general Julio A. Roca, y que aceptado y apoyado por el gran estadista que presidía la República, fue puesto en ejecución sin pérdida de tiempo y con inmensa ganancia para el país. La jornada representativa de la ocupación de la Patagonia terminó el 24 de mayo de 1879, en que el ministro de guerra al mando de un cuerpo de ejército llega a las márgenes del Río Negro, saluda en ella la fecha gloriosa de la Revolución, y dando el impulso personal a la campaña, ésta continúa delante, conducida con precisión absoluta por otros veteranos.

Quedaba así terminada para siempre la guerra secular de fronteras, digna del romance legendario y heroico que algún día se cantará y referirá en poemas e historias que ungirán de sentimiento nativo el recuerdo de aquellos aguerridos soldados, sin reposo ni quejas, que exponían día a día su vida en luchas irregulares cuerpo a cuerpo, con indiadas innumerables y feroces, llenos de privaciones y de olvidos; se desvanecía como en la leyenda wagneriana la horrorosa historia del monstruo que durante siglos devoró la savia y perturbó la paz de la nación entera, y opuso su valla sangrienta al progreso económico del país, que se fundaría en el trabajo, fertilización y apertura de aquellas vastísimas regiones a la grande industria nativa y extranjera; se realizaba por primera vez después de treinta años de sancionado, el mandato constitucional de trazar los lindes de las provincias y fundar los territorios federales, asientos de futuros Estados; y tal es el sentido de la ley de 16 octubre de 1884(2), que con las numerosa que después la han adicionado o modificado, forma la carta orgánica de aquellas nuevas entidades que a manera de hijos de una gran familia, debían comenzar a educarse para la vida civil y política; se despejaba además, el horizonte obscuro del sur y del sudoeste, en cuyo fondo como en el valle de las tempestades, germinaban tomando cuerpo y se lanzaban como inundaciones formidables las indiadas sobre las poblaciones cultas, adelantadas o aventuradas sobre el desierto, como si el espíritu maligno de la divinidad autóctona se hallase ocupado en fraguarlas para la defensa de su imperio y el aniquilamiento del enemigo cristiano. Por fin, se reintegraba de hecho aunque lo estuviese siempre en justicia, la unidad del patrimonio territorial, para que ni vecinos ni extranjeros tuviesen en el porvenir la menor tentación de apoderarse a título de baldío o "res nullius" de una sola porción de aquel dominio, que a manera de reserva futura, habían dejado a la nación sus gloriosos antepasados.

Ángel Della Valle. La vuelta del malón, 1892, óleo s/tela 186 x 292 cm - Museo Nacional de Bellas Artes. Buenos Aires



     
El pensamiento de la constitución, de abrir el suelo argentino para que viniesen a labrar la tierra y alzar su hogar libre los hombres de todo el mundo civilizado, tuvo una doble y amplia realización. Extinguido el indio por la guerra, la servidumbre y la inadaptabilidad a la vida civilizada, desaparece para la República el peligro regresivo de la mezcla de su sangre inferior con la sangre seleccionada y pura de la raza europea, base de nuestra étnica social y nacional; y al mismo tiempo, el extranjero europeo que la constitución llama con marcado propósito, dotándolo de privilegios excepcionales, quedaba libre del temor al indio y podía avanzar junto con el nativo en el plan de ocupación y cultivo de las tierras recuperadas a su rapacidad y ferocidad. Podía entonces legislarse sobre cosa viviente y real, y no sobre hipótesis o promesas como en 1821, y aun pensarse como lo hiciera el presidente Avellaneda fundado en uno de los más bellos libros de nuestra historia literaria y política(3) en el repartimiento gratuito u oneroso de la tierra con título perfecto y definitivo; pues una ley de nacionalidad y de conquista, no puede asentarse sobre promesas falaces, sobre títulos precarios, que no engendran la fe y el ánimo y la energía en el espíritu del hombre que abandona la tierra de sus padres, para fundar en otras lejanas y extrañas el propio hogar de sus hijos. El antiguo régimen colonial se inspiraba en el odio al extranjero: el nuevo lo proclama igual al nativo y lo llama a participar de su pan y de su sal.

El capital argentino y europeo se ha derramado ya sobre aquella inmensa zona, tan variada y fértil como las más ricas de la tierra; colonias modernas de todas las razas fueron hasta desafiar la omnipotencia del indio, desde 1865, y exploradores e industriales animosos han revelado yacimientos riquísimos de metales y substancias de incalculable valor industrial, como el oro, el carbón y el petróleo; capitales europeos buscan abrir en su seno o en sus costas nuevas rutas ferroviarias y marítimas, avanzadas del porvenir y estímulos del presente; y una brillante constelación de pueblos empieza a aparecer sobre el cielo austral de la patria, anunciando una expansión indefinida.

La política económica de la constitución ha triunfado del pasado, del desierto y de la raza misma, renovando el germen de la sangre primitiva e inoculando  la savia de una energía nueva y de una voluntad creadora de trabajo y de lucha.

La inversión extranjera se tradujo en la estructura que hiciera rentable
el modelo agroexportador. Las vías ferreas se multiplicaron

Lo que antes de la era revolucionaria era un tímido producto de contrabando, es hoy un peso formidable en la balanza comercial de la civilización europea y americana. Buenos Aires, Santa Fé, Córdoba, Entre Ríos, Corrientes, La Pampa, son teatro opulento de una labor agrícola y ganadera de asombrosa potencia productiva; Mendoza, Córdoba y Tucumán se convierten en focos de producción más intensiva, gracias al esfuerzo auxiliar de sus hijos y de los capitales importados.

Las provincias que por el pacto de 1853 se desprendieron de sus rentas de aduana para formar el tesoro común de la nación, y por ese otro pacto tácito de 1891 por el cual se despojaron del ramo impositivo de los consumos y productos locales, para crear el impuesto interno nacional, comienzan a percibir las ventajas de los grandes sacrificios patrióticos en aras de la prosperidad general, al recibir en forma de ferrocarriles, canales, diques, escuelas, obras sanitarias y otros beneficios, la compensación que el tiempo no les mezquinaría, por vivas que pudieran haber sido las desconfianzas de la primera hora. Porque estos trabajos han acercado las provincias entre sí y han sellado más hondamente en las almas la unión federativa, que al comienzo fuera una simple convención diplomática aunque abonada por una convivencia de tres siglos.

Es fuerza afirmar que la prosperidad de la República, es obra exclusiva de la Constitución de 1853. El problema más hondo que esta planteaba al país como centro de toda su política económica, era el que Alberdi había enunciado con su célebre aforismo "gobernar es poblar". Era la obsesión del desierto y de los latifundia, del aislamiento y de la barbarie que es su consecuencia más inmediata. La Constitución contemplaba esta faz de la política que debía adoptar la República, y ya que no podía buscar la solución por un coeficiente más alto de la reproducción nativa, procuró acelerar el crecimiento por la afluencia de la inmigración europea, la cual fundaría en el país nuevas familias cuya descendencia vendría a engrosar el caudal nacional.

La inmigración fue parte esencial del modelo económico llevado a cabo por la generación del '80.
Los Inmigrantes - Mural de  Campodónico (imagen modificada electrónicamente)


     
He ahí la causa por la cual la Constitución hizo del extranjero un ser privilegiado como en ningún otro país de la tierra, favorecido con todos los derechos civiles y los políticos de orden comunal, garantizado en su libertad religiosa originaria, asegurada una justicia excepcional cuya responsabilidad asumía la nación misma, libertado de toda contribución de ingreso en el país, y de sangre en los servicios militares.


LA RAZA y LA ECONOMÍA, LA FUERZA y LA BELLEZA

Aunque en los comienzos de la era constitucional fuera difícil encauzar una corriente inmigratoria regular y creciente como para fundar en ella un factor económico, una sucesión de esfuerzos tenaces ha logrado ya aquel propósito hasta el grado de que las inmigraciones, en particular la italiana y la española, constituyan un fenómeno normal y periódico. Estas masas emigrantes de Europa han marcado su evolución en el carácter de la sociabilidad argentina, dejando ver en ella signos evidentes de transformación étnica.
Eliminados por diversas causas del tipo común nacional, los elementos degenerativos o inadaptables, como el indio y el negro, quedaban sólo los que llamamos mestizos por la mezcla del indio y el blanco. Pero a su vez la evolución de un siglo, obrando sobre una proporción mínima de estos elementos, los elimina sin dificultad, y deja como ley de composición del tipo étnico nacional la de la raza europea, pura por su origen y pura por la selección operada en nuestro suelo sobre la sangre criolla, que es también sangre europea. La enorme ventaja económica de esta evolución, no necesita prueba: suprimidos los elementos de degeneración o corrupción, que significan debilidad, agotamiento, extinción, y en otro orden ineptitud y falta de resistencia para el trabajo creador y reproductivo, quedaba, pues, un producto selecto de sangre blanca pura o depurada, cuyo coeficiente o "ratio" de potencia mental, de labor, de energía y voluntad, y cuya asimilación a las más altas formas de cultura se hallan demostradas por los resultados históricos de las más grandes nacionalidades contemporáneas. Podemos así explicar el hecho ya observado por algunas sociólogos, de que la Argentina cuya población total es inferior a la de algunas otras naciones, presente, no obstante, una cifra potencial de trabajo y de producción mayor que aquéllas.

La infanta Isabel de Borbón, representante de España y el
presidente  José Figueroa Alcorta en los festejos del Centenario
La fuerza y la belleza son dos ideas y hechos que se completan e integran esencialmente en todo organismo normalmente educado; y así, en nuestro medio, ya es proverbial la mejora estética del tipo criollo primitivo, antes de su mezcla más intensa y durable con el europeo de raza distinta de la suya, como el anglo-sajón. El tipo femenino dominante, producto del cruzamiento de razas en el fondo sedimentario de nuestra sociedad tradicional, se ha robustecido y embellecido en proporción considerable y promete los halagüeños frutos de generaciones progresivamente más sanas, fuertes y hermosas; y en cuanto al tipo viril, el producto de esa fusión aparece más fuerte, más resistente, más amante del trabajo, más dueño de sí mismo, más amigo del orden y de la mesura, más inclinado a las ocupaciones y a la vida honesta y virtuosa, y más susceptible, por lo tanto, de ofrecer a su patria una descendencia de valor moral y económico más elevado e intenso. Por todo esto es justo esperar para el porvenir, cuando el tiempo de la selección transcurra en mayor espacio (si una política contradictoria no desvía la evolución de sus cauces normales), la elaboración de un tipo nuevo y definitivo que acumule sobre las cualidades originales de la raza, en sus fuentes ancestrales más puras, las mejores de otras que han conservado incontaminadas y en constante cultivo sus más selectos caracteres.

En el estudio de esta cuestión de la proporcionalidad en que entran en el conjunto de la población del país los elementos nativo y extranjero, se encuentra el observador con el fenómeno nuevo en nuestra sociabilidad, del movimiento socialista con su derivación más directa en la vida y condición de la masa operaria; y muchos espíritus cavilosos llegaron  a proponerse con marcada duda la pregunta de si es posible el problema social en la Argentina. Y al pronunciarse por la negativa, declaran que para ellos lo que aquí se llama socialismo es nada más que una forma de partido radical con bandera de reclutamiento en la clase trabajadora. Hay, sin embargo, dos consideraciones que presentar a los autores de esas afirmaciones: la primera es la que se refiere a la proporción en que en la cifra total de la población argentina entra el elemento extranjero adulto, que ha llegado al país poseído de los principios y aspiraciones de la causa que agita en Europa a todos los gremios del trabajo, y por consiguiente no es de producción nativa sino de importación reciente ese credo social; la segunda es que la mayor condensación de la ola inmigratoria se realiza en las grandes ciudades y acaso en solo dos, Buenos Aires y Rosario, en cuya agrupación de un millón doscientas mil almas la primera, y más de doscientas mil la segunda; la suma de la industria extranjera excede con mucho a la nativa; de manera que el problema social llamado argentino lo será en su caso por razón de la superioridad del elemento criollo sobre el extranjero, y además, que desde este punto de vista Buenos Aires se presenta como una prolongación lejana de la Europa misma, que ve reproducirse como semilla conducida por los vientos, las mismas causas de descontento que minaron los cimientos de la sociedad en el viejo mundo. Las industrias principales que constituyen la ocupación de esta capital son europeas, como sus métodos de trabajo y sus influencias naturales sobre las condiciones de la vida material y moral del obrero; luego no es de extrañar que aquí aparezcan los mismos caracteres que definen los focos urbanos de donde proceden las masa inmigratorias.


Militantes Anarquistas. Durante el Centenario una huelga general  fue reprimida. Se decreta el estado de sitio y sanciona la Ley de Defensa Social, limitando la actividad sindical, prohibiendo el ingreso de extranjeros que hubieran sufrido condenas y toda propaganda anarquista.


         
La opinión gobernante del país se ha sentido sorprendida por la aparición de este fenómeno; y luego, como ofendida por las formas violentas y agresivas que ha asumido en su propaganda o en su lucha. Ante tales procedimientos, el criterio tradicional y dogmático de la clase gobernante acudió al sistema defensivo y represivo de las leyes penales, comenzando por imaginar un delito el movimiento de protesta o de petición colectiva, y aun la actitud pasiva de la huelga como recurso de defensa; y más tarde tarde un criterio científico juzgó que tales actos son manifestaciones orgánicas de un estado permanente de una etapa de evolución social de la humanidad...
Fundador de la Universidad Nacional de la Plata
Joaquín V. González fue el impulsor de la obra
Una legislación nueva que en toda Europa, Australia, Nueva Zelandia y Estados Unidos ha alcanzado los amplios desarrollos de una ciencia, ha comenzado a crecer también entre nosotros(4) , inspirada en los principios humanitarios en que la causa obrera se amamanta y se nutre; y a medida que las ignorancias y prejuicios de las clases superiores cedan su lugar a una conciencia más ilustrada sobre las faces científicas, su rigor desaparecerá, y en vez de las medidas de exclusión o represión violenta a manera de castigo o exterminio, se buscarán las soluciones jurídicas que se avienen con todas las situaciones y conflictos entre los hombres y las clases. La constitución ha abierto las puertas de la tierra a todos los hombres y las ideas civilizadas que importen un progreso material o moral para la sociedad argentina; y a menos que se pruebe que las ideas sociales que sustentan las clases operarias constituyen un atraso o un delito o una causa de perturbación del orden político, no se puede arrancar una sentencia por la cual fuera permitido excluir del seno de la masa nacional estos ideales arrancados del espíritu de amor, caridad y fraternidad, que inspira el código sublime del Evangelio, alma y sustento de todas las instituciones modernas.


Notas:

(1) Adolfo Alsina: Siendo ministro de Guerra de Avellaneda, emprendió en 1876 la realización de un plan para dominar al salvaje por medios de obras de defensa que incluían la construcción de trincheras, la fundación de fortines, vanguardias de poblaciones y tratados de paz. Al fallecer Alsina en el año 1877, ocupa su lugar en el ministerio de Guerra el joven General Julio Argentino Roca, que contaba en aquel entonces con 35 años de edad. El nuevo ministro de Guerra llevará a cargo una estrategia ofensiva que concluirá en pocos años con la guerra de fronteras, y lo llevará en 1880 a ocupar la primera magistratura de la República. 

(2) El 16 de octubre de 1884 la Ley Nº 1.532 que organizó los Territorios Nacionales en Gobernaciones. 

(3) Avellaneda fundamenta su pensamiento en la obra titulada ESTUDIO SOBRE LAS LEYES DE TIERRAS PUBLICAS, del año 1865, la única obra orgánica que pudo llevar a término Avellaneda, ocupado en la tarea política. Parte de la idea de que la propiedad es una de las expectativas que dinamizan la actividad del hombre. Sus fuentes fueron el SISTEMA ECONOMICO de ALBERDI, la LEY AGRARIA de JOVELLANOS y la obra de los economistas ingleses del siglo XVIII. 

(4) Esto es, una legislación que logró arrancar a los conservadores, a principios del siglo, algunas leyes sociales, como la del descanso dominical obligatorio. Cabe destacar en este sentido la acción tesonera del diputado Alfredo L. Palacios; asimismo, Joaquín V. González elaboró un proyecto de ley nacional del Trabajo, integrando el gabinete nacional en 1903.


Fuente: Joaquín V. González, El Juicio del Siglo (25/5/1910), Centro Editor de América Latina S.A. (1979).

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