jueves, 24 de mayo de 2012

Monumento a Hipólito Vieytes en Barracas

La figura del prócer, obra del artista español José Llaneces, aparece en actitud cedente. La misma se halla realizada en bronce, colocada sobre una artística base de mármol, con ornamentos y escalinata.
La figura de La Inspiración se halla en el primer escalón en la parte frontal del monumento, completando la misma aparecen los motivos que forjaron su personalidad propagandista; del cultivo de la tierra, de la libertad de comercio y de la industria.
El primer emplazamiento fue inaugurado en el año 1910 con motivo del centenario del primer gobierno patrio y fue ubicado en la Plaza Moreno. Más adelante se lo trasladó a la Plazoleta Vieytes, en el barrio porteño de Barracas, el 26/10/1944.


Juan Hipólito Vieytes nació en la localidad bonaerense de San Antonio de Areco el 6 de agosto de 1762.
Participó durante la Reconquista de Buenos Aires, en las Invasiones Inglesas donde logró el grado de capitán.
En los años siguientes formó parte del carlotismo, partido político que pretendía coronar a Carlota Joaquina de Borbón como regente, en nombre del rey Fernando VII en el Virreinato del Río de la Plata.


En 1810 apoyó la Revolución de Mayo y asistió al cabildo abierto del 22 de mayo. Fue nombrado auditor de guerra, cargo del que fue separado por negarse a fusilar a Santiago de Liniers. Fue secretario de la Junta Grande de Gobierno en 1811.





   

LA JABONERÍA
Por Francisco N. Juarez para diario La Nación (20/05/2001)

Vieytes. De fondo el Cabildo
La llamada Jabonería de Vieytes -que como tal funcionó menos de dos años y fue seguramente una pantalla para encubrir las reuniones de los patriotas de Mayo- fue embargada durante el interinato virreinal de Santiago de Liniers. Sucedió en la jornada de la Nochebuena de 1808 mientras el propietario del inmueble, el subteniente de blandengues Nicolás Rodríguez Peña, padecía de nefritis aguda encarcelado en el cuartel de cántabros. Se lo sospechaba un revolucionario en inteligencia con su hermano Saturnino, aquel que había ayudado a fugarse al invasor William Carr Beresford. Saturnino Rodríguez Peña había remitido desde Río de Janeiro cartas comprometedoras con un emisario británico: el joven cirujano Diego Paroissien. Años después, sobre el mobiliario y gran biblioteca de la casa-vivienda de esa fábrica -que constituía el hogar del patricio Hipólito Vieytes, responsable industrial de los mejores jabones y velas de la ciudad, pero dueño de esos bienes personales- cayó la garra apropiadora de la Comisión de Secuestros surgida a consecuencia del golpe de abril de 1815 asestado contra el gobierno de Carlos María de Alvear.

El llamado Café de Marcos o de Mallco, en los tiempos de Mayo y casi al pie de San Ignacio, a un paso del Cabildo, era considerado una especie de tribuna abierta y nada escondida para la juventud amante de la exposición rebelde y polémica. Fue clausurado el 1º de enero de 1809 por el virrey Liniers.

Sello postal de Vieytes con motivo del
centenario del primer gobierno patrio
Durante los cuatro años y algunos meses que Vieytes editó el Semanario de la Industria y Comercio -primer periódico escrito por un nativo- arrendó una casa de la viuda de un tal Miguel Alvarez en la calle San Juan, hoy Esmeralda, vereda oeste, entre las actuales Sarmiento y Perón. Allí funcionó la redacción de su periódico, pero, las invasiones inglesas, si bien concluyeron con la edición, despertaron a la vez la confianza de los combatientes de todo orden -ya fuera con las armas o con la pluma- para emprender planes independistas. En lo que fue la redacción y casa de Vieytes se concretaron las primeras reuniones de quienes decidieron acabar con la sujeción a la corona española.

El por entonces acaudalado Nicolás Rodríguez Peña propuso tener una sede más apartada para las tertulias secretas e iniciar a la vez una lucrativa actividad industrial que aprovechara el ingenio desplegado -entre muchos otros temas progresistas- por el impulsivo editor del semanario. El mismo Rodríguez Peña se propuso como socio de capital para que Vieytes fabricara jabón y velas con los métodos que había proclamado en el periódico. Dieron con una casa de la entonces calle de San Bartolomé, en la vereda que miraba al Norte (luego Agüero y actualmente México), propiedad que había sido conocida como la panadería de Videla. Estaba algo abandonada y habitada por seis negras libres, y quedaba a mitad de cuadra entre las hoy calles Lima y Bernardo de Irigoyen. Era una propiedad muy aislada porque un bajío y La Zanja -así llamada- a la que aprovisionaba para echar al río las aguas de lluvia, se interponían camino del Cabildo. La casa necesitaba ser remodelada para cumplir su función industrial y de vivienda, y así fuera habitable por la familia de Vieytes.

Hipólito Vieytes
No habían logrado todavía curarse algunos heridos de la segunda invasión inglesa y menos aún acallarse los comentarios de las peleas cuerpo a cuerpo, cuando el socio de Vieytes compró la finca de 34 varas de frente y 60 de fondo en 2387 pesos y 3 reales. La escritura del 16 de octubre de 1807 la suscribió Nicolás Rodríguez Peña al folio 224 vta. del registro número 6 a cargo del escribano Inocencio Agrelo, según lo estableció el investigador Manuel Carlos Melo en la nota publicada en La Nación en 1964. El trabajo indagador terminó con la polémica que había sido entablada para determinar la ubicación de la jabonería, quizá porque varios autores -incluido Clemente L. Fregeiro- equivocaron su ubicación. Cuando Melo publicó el resultado de sus indagaciones, la jabonería hacía más de tres décadas que había sido reemplazada por un edificio funcional del arquitecto francés León Dourge. El solar llegó a declararse monumento histórico nacional, pero la avenida 9 de Julio cumplió con el desdén nativo por lo histórico.

El edificio de departamentos aludido estaba plantado de cara al norte de la calle México 1050 al 1068. La ubicación es la cabecera de la arbolada plazoleta central de la avenida; exactamente a 34º36'55.23" de latitud Sur y 58º25'51.52" de longitud Oeste. 

La Jabonería se ubicaba donde hoy se encuentra una de las
plazoletas en el cruce de la calle México la 9 de Julio.
Durante el embargo de la jabonería -el 24 de diciembre de 1808-, el aguacil Manuel Mansilla fue atendido por Vieytes que debió juramentarse frente al escribano Francisco Seijas a dar la información precisa y quedar como custodio de los bienes entre los que se consideró como tales a los esclavos Joaquín, Juan y José. Así quedó consignado en el sumario instruido a Diego Paroissien, y en los que debieron testimoniar el propio Vieytes, Juan José Castelli y Nicolás Rodríguez Peña. Este último fue sometido a prisión e igual pena padeció el médico inglés a pesar de la ingeniosa defensa que asumió el propio Castelli. Todos ellos, a excepción de Paroissien, fueron los primeros conjurados que sumaron a Manuel Belgrano en los cónclaves cobijados bajo la vivienda de Vieytes anexa a la jabonería. El zagúan daba a un hall y una amplia sala, pero la vivienda tenía muchos cuartos y un gran patio de tierra donde Castelli, Rodríguez Peña y otros visitantes dejaban sus cabalgaduras.

Que para el año 1810 las reuniones ya fueron tumultuosas lo demuestran las dos docenas y media de cubiertos, los 5 mates y las 45 sillas contadas entre el equipamiento que inventarió entre el 28 de abril y el 1º de junio la Comisión de Justicia tiempo después de haber apresado a un Vieytes casi moribundo tras los infortunados sucesos de 1815.

Sello Postal con las imágenes de los socios Rodriguez Peña
e Hipólito Vieytes. Motivo Centenario
La "casa de café en la calle que va del colegio a la Plaza Mayor" (actual calle Bolívar) figura de esa manera aludida por su dueño, don Pedro José Marcó, en el reclamo para levantar la clausura del negocio. El Café de Marcos era un lugar deliberativo y el mejor. Cuando estalló la primera conjuración de Alzaga, el 1º de enero de 1809, Liniers, virrey y héroe de la Reconquista, mandó clausurarlo y dar tres días a Marcó para salir de la ciudad. Pero quedó su socio José Antonio Gordon, que presentó dos rogatorias a Liniers para reabrir el local, ambas denegadas. Claro que a principios de agosto asumió don Baltasar Hidalgo de Cisneros y en seguida retornó don Pedro Marcó. Elevó un memorial al nuevo virrey que denunciaba que sus pérdidas serían de 30 mil pesos en utensilios y productos y el 21 del mismo mes fue autorizado a reabrir su negocio.

La jabonería, como bien de la sucesión de la viuda de Rodríguez Peña, fue vendida en subasta judicial en 500 mil pesos hacia 1869. 


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