Don Martín Miguel de Güemes, simple comandante de milicias, colocado en la frontera por el general San Martín.
Paz y Güemes: El militar metódico y el caudillo |
Poseía esa elocuencia peculiar que arrastra a las masas de nuestro país, y que puede llamarse la elocuencia de los fogones o vivaques, porque allí establecen su tribuna. Principió por identificarse con los gauchos, adoptando su traje en la forma, pero no en la materia, porque era lujoso en su vestido, usando guardamontes y afectando todas las maneras de aquellas gentes poco civilizadas. Desde entonces empleó el bien conocido arbitrio de los caudillos de indisponer a la plebe con la clase más acomodada de la sociedad. Cuando proclamaba, solía hacer retirar toda persona de educación y aun a sus ayudantes, porque sin duda se avergonzaba de que presenciasen la impudencia con que excitaba a aquellas pobres gentes a la rebelión contra la otra clase de la sociedad. Este caudillo, este demagogo, este tribuno, este orador, carecía hasta cierto punto del órgano material de la voz. Era tan gangoso por faltarle la campanilla, que quien no estaba acostumbrado a su trato, sufría una sensación penosa al verlo esforzarse para hacerse entender. Sin embargo este orador, tenía para los gauchos tal unción en sus palabras y una elocuencia tan persuasiva, que hubieran ido en derechura a hacerse matar para probarle su convencimiento y su adhesión.
Era además Güemes, relajado en sus costumbres, poco sobrio, y hasta carecía de valor personal, pues jamás se presentaba en el peligro. No obstante, era adorado de los gauchos, que no veían en su ídolo sino al representante de la ínfima clase, al protector y padre de los pobres, como lo llamaban, y también, porque es preciso decirlo, el patriota sincero y decidido por la independencia: y Güemes lo era en alto grado. Él despreció las seductoras ofertas de los generales realistas, hizo una guerra porfiada, y al fin tuvo la gloria de morir por la causa de su elección, que era la de la América entera.
"Güemes rehúsa los honores ofrecidos por España" Dibujo de Autor anónimo - ilustración postal conmemorativa. |
El comandante don Martín Güemes, habiéndose retirado con sus milicias después de la acción de Puesto del Marqués en 1815, arrebató el armamento que había quedado en el parque del ejército, en Jujuy, y se dirigió a Salta, donde se hizo elegir gobernador. Si la captura del armamento contra la voluntad del general era una usurpación violenta, su elección popular para la gobernación era una violación de las reglas establecidas, pues hasta entonces la nominación de gobernadores de provincias había emanado de la primera autoridad nacional, residente en Buenos Aires. Ya entonces, cundían con rapidez los celos contra la capital y la resistencia a lo que venía de aquel origen. Güemes se hizo el campeón de esa resistencia, que se hizo popular en la provincia.
"Carga de Güemes y sus Infernales" Oleo sobre tela de Juan A. Boero. |
Los valientes salteños, y principalmente los gauchos (nombre que se hizo honroso entonces) acaudillados por Güemes, les abandonaron las poblaciones (a las milicias españolas) y les opusieron en la campaña una resistencia heroica. No tenían los invasores más terreno que el que materialmente pisaban.
En un combate regular era indisputable la superioridad de la caballería española; pero, después de agotar sus fuerzas ensayando cargas sobre unas líneas débiles, que se les escapaban como sombras fugitivas, concluían por haber sufrido pérdidas considerables en esas interminables guerrillas, sin haber obtenido ventaja alguna.
En un combate regular era indisputable la superioridad de la caballería española; pero, después de agotar sus fuerzas ensayando cargas sobre unas líneas débiles, que se les escapaban como sombras fugitivas, concluían por haber sufrido pérdidas considerables en esas interminables guerrillas, sin haber obtenido ventaja alguna.
"La Muerte de Güemes" Oleo soobre tela de Antonio Alice - 1910 |
Al principio (los realistas) ensayaron la vía de la clemencia; pero como viesen que poco adelantaban, se propusieron ejecutar actos de severidad que los gauchos contestaron con terribles represalias, colgando en los árboles los prisioneros que tomaban; no sólo tuvieron que contentarse, sino que después de dos o tres meses tuvieron que abandonar su conquista, volviendo a sus antiguas posiciones, sin caballos y con un cuarto menos de su ejército. Güemes volvió a ocupar la capital de la provincia, y esta quedó libre de enemigos en su totalidad.
Hubo, no obstante, dos nuevos ataques a principios de 1819 y de 1820 y otro en 1821, en el que murió Güemes.
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