Domingo Sarmiento en su juventud |
A la época de su exilio en Chile,
Domingo Sarmiento se encontraba preocupado por publicitar los acontecimientos
de la América a las naciones de Europa. Creía que los europeos como cultos y
civilizados que eran, no podían imaginarse de que se trataba el gobierno
tiránico de Rosas y, menos aún, cuáles eran sus causas. Sarmiento dice
acerca del conflicto con Francia que “sus más hábiles políticos no han
alcanzado a comprender nada de lo que sus ojos han visto al echar una mirada
precipitada sobre el poder americano que desafiaba a la gran nación”.
Preocupado, en gran parte, por
obtener la ayuda exterior e informar al mundo acerca de la barbarie que
gobernaba a la nación del Plata, Sarmiento escribe su obra “Facundo;
o Civilización y Barbarie en las Pampas Argentinas” de acuerdo a la
necesidad de realizar un estudio exhaustivo de las condiciones en las que se
genera el despótico gobierno.
“A la República Argentina le ha
hecho falta un Tocqueville” dirá el sanjuanino en su introducción,
refiriéndose al joven francés cuyo principal escrito “La democracia en
América” vino a revelar en Europa la “naturaleza” de la nación
norteamericana y la forma de gobierno republicana y federal. “Hubiérase
entonces –continúa Sarmiento- explicado el misterio de la lucha obstinada que
despedaza a aquella República; hubiéranse clasificado distintamente los
elementos contrarios, invencibles, que se chocan; hubiérase asignado su parte a
la configuración del terreno, y a los hábitos que ella engendra; su parte a las
tradiciones españolas, y a la conciencia nacional, íntima, plebeya, que han
dejado la Inquisición y el absolutismo hispano; su parte a la influencia de las
ideas opuestas que han trastornado el mundo político; su parte a la barbarie
indígena; su parte a la civilización europea; su parte, en fin, a la democracia
consagrada por la revolución de 1810; a la igualdad, cuyo dogma ha penetrado
hasta las capas inferiores de la sociedad”.
“Habría revelado a los ojos atónitos
de la Europa un mundo nuevo en política, una lucha ingenua, franca y primitiva
entre los últimos progresos del espíritu humano y los rudimentos de la vida
salvaje, entre las ciudades populosas y los bosques sombrío”.
La clave de la explicación que
pretende encontrar el autor de Facundo, reside en la barbarie a su vez producto
de los factores naturales particulares de esta tierra.
Las influencias del naturalismo en
el futuro padre del aula, son notables. Aquella corriente de pensamiento que
busca en el conjunto de la naturaleza, la totalidad de causas de determinado
estado.
A su vez, el positivismo de Comte y Saint-Simon que
pretende reducir las ciencias sociales a la exactitud de una ciencia natura,
también están presentes en el pensamiento de Sarmiento. A su vez, asoma una
influencia romantica, con su idea de resaltar las particularidades de cada
región que se opone al clasicismo de los valores absolutos, alejándose del
racionalismo puro cartesiano.
Sarmiento continua enumerando los
diversos factores responsables del estado social argentino, dónde la madre
patria también ocupa un lugar destacado. “Esa rezagada a la Europa, que
echada entre el Mediterráneo y el Océano, entre la Edad Media y el siglo XIX,
unida a la Europa culta por un ancho istmo y separada del Africa bárbara por un
angosto estrecho, está balanceándose entre dos fuerzas opuestas”.
Como toda la generación del ’37,
Sarmiento considera a España como lo más atrasado de Europa; conservadora y
ultracatólica, es la España de la inquisición tardía en pleno siglo XIX y del
despotismo. El pensador sugiere la idea de conocer a la misma España a través
de la observación de la vida en Argentina cuando dice que “el problema de
la España europea, podría resolverse examinando minuciosamente la España
americana, como por la educación y hábitos de los hijos se rastrean las ideas y
la moralidad de los padres”.
Los Jesuitas, una
de las instituciones españolas más representativas, tuvieron su epicentro en el
Paraguay y en aquellas selvas se instituyó el gobierno despótico del Dr. Francia una
vez terminada la dominación española. Sometidos durante cientos de años al
autoritarismo ibérico, una vez libres de la metrópoli, no pudieron hacer otra
cosa, los paraguayos, que continuar con la tradición.
Con la nación guaraní como
referencia, Sarmiento entonces se pregunta “¿No merece estudio el
espectáculo de la República Argentina que después de veinte años de convulsión
interna, de ensayos de organización de todo género, produce al fin del fondo de
sus entrañas, de lo íntimo de su corazón, al mismo Dr. Francia en la persona de
Rosas?”.
La conclusión a la que es posible
arribar es que el hecho de que la Argentina sea hija de la fanática España ha
sido un factor determinante para la vida política del país tras su
independencia. La observación le indica al joven literato que el despotismo ha
aparecido en el Rio de la Plata de la misma forma que antes se había
manifestado en el Paraguay, región que estuvo sometida de manera más intensa a
las tradiciones representativas de España.
El otro elemento que oficia de
determinante son las campañas o vastas pampas despobladas, las tierras del
indio salvaje y donde además se había formado el individuo típico de estas
tierras; el bruto y solitario gaucho dedicado a arrear el ganado y habituado a
las más rudimentarias costumbres tan ajenas a la civilización europea.
No encontraba Sarmiento, en la
figura de Quiroga, más que una representación del salvajismo al puede llegar un
ser humano criado en estas campañas, a su vez que es representativo del gaucho
típico.
De esta forma, Facundo ejerce el
terror cual si fuera una bestia. Según el sanjuanino, el caudillo riojano tiene
verdadera sed de sangre pues lleva impreso el sello inclaudicable del
salvajismo…
Quiroga montado en su célebre 'Moro' |
“¡Sombra terrible de Facundo, voy a
evocarte, para que sacudiendo el ensangrentado polvo que cubre tus cenizas, te
levantes a explicarnos la vida secreta y las convulsiones internas que
desgarran las entrañas de un noble pueblo! Tú posees el secreto: ¡revélanoslo!
Diez años aún después de tu trágica muerte, el hombre de las ciudades y el
gaucho de los llanos argentinos, al tomar diversos senderos en el desierto,
decían: "¡No, no ha muerto! ¡Vive aún! ¡El vendrá!" ¡Cierto! Facundo
no ha muerto; está vivo en las tradiciones populares, en la política y
revoluciones argentinas; en Rosas, su heredero, su complemento: su alma ha
pasado a este otro molde, más acabado, más perfecto; y lo que en él era sólo instinto,
iniciación, tendencia, convirtióse en Rosas en sistema, efecto y fin; la
naturaleza campestre, colonial y bárbara, cambióse en esta metamorfosis en
arte, en sistema y en política regular capaz de presentarse a la faz del mundo
como el modo de ser de un pueblo encarnado en un hombre que ha aspirado a tomar
los aires de un genio que domina los acontecimientos, los hombres y las cosas.
Facundo, provinciano, bárbaro, valiente, audaz, fue reemplazado por Rosas, hijo
de la culta Buenos Aires, sin serlo él; por Rosas, falso, corazón helado,
espíritu calculador, que hace el mal sin pasión, y organiza lentamente el
despotismo con toda la inteligencia de un Maquiavelo. Tirano sin rival hoy en
la tierra…”
El sistema de Sarmiento (si es que
hay alguno) se enfrenta a un dilema; “¿Rosas, según esto, no es un hecho
aislado, una aberración, una monstruosidad? ¿Es, por el contrario, una
manifestación social; es una fórmula de una manera de ser de un pueblo? ¿Para
qué os obstináis en combatirlo pues, si es fatal, forzoso, natural y lógico?
¡Dios mío! ¡Para qué lo combatís!”.
Como bien lo expresa el polémico
sanjuanino, si Rosas y su gobierno tiránico no son más que la manifestación en
política de la naturaleza de esta región, que por otro lado es la única que
corresponde, se entiende, dadas las características de este suelo, entonces es
inútil tratar de combatirlo, pues de hacerlo se estaría atentando contra el
mismo estado natural de la Argentina.
La resolución, entonces consiste en
ir contra ese estado de cosas, combatirlo con la pluma pero también con la
espada, fundando escuelas pero también mediante la eliminación de lo que
Sarmiento y toda su generación entendían por barbarie.
“¿Somos dueños de hacer otra cosa
que lo que hacemos, ni más ni menos, como Rosas no puede dejar de ser lo que
es? ¿No hay nada de providencial en estas luchas de los pueblos? ¿Concedióse
jamás el triunfo a quien no sabe perseverar? Por otra parte, ¿hemos de
abandonar un suelo de los más privilegiados de la América a las devastaciones
de la barbarie, mantener cien ríos navegables, abandonados a las aves acuáticas
que están en quieta posesión de surcarlos ellas solas ab initio?”.
Como dos naturalezas diferentes que
no pueden dejar ser lo que inevitablemente son, que tienen el sello del destino
en cuanto a una manera de ser, en cuanto a sus tendencias naturales, tanto el
bárbaro como el culto, esa misma tendencia racional es la que le permite
al hombre civilizado tratar de transformar la realidad obrando como agente
transformador al ser sujeto provisto de voluntad, y a su vez sujeto
transformado en cuanto están atados a la predestinación de su ser.
La civilización y la barbarie se
enfrentan en el sistema de Sarmiento. La vida culta de la ciudad frente al
aislamiento embrutecedor del campo, una lucha que (siguiendo su lógica) debiera
dar por vencedor finalmente a la civilización, por ser el único de los dos
bandos que ostenta una voluntad sistémica y por lo tanto capaz de poner a su
servicio los agentes multiplicadores de la técnica y la ciencia; frente a la
civilidad se encuentra el estable, instintivo y desorganizado caudillaje,
aunque no por eso de mansa naturaleza. El progreso viene abriéndose camino y es
imposible frenarlo, tarde o temprano el progreso llega…
De todas maneras las soluciones del
progreso no vienen solas y se emplearán para su llegada los métodos más
heterodoxos; desde la educación primaria, la inmigración europea y tal vez el
punto más polémico de esta idea del progreso haya llegado con la conquista del
desierto llevada a cabo por el general Roca.
La exterminación del indio responde
a un sistema de ideas que no permite la conciliación con las razas originarias,
es el punto culmine de la práctica del modelo de civilización y barbarie que
tuvo en Sarmiento a su más apasionado inspirador.
Bronce de Domingo Faustino Sarmiento. Plaza XX de Septiembre, Mar del Plata |
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"Diez años ha que la tierra pesa
sobre sus cenizas, y muy cruel y emponzoñada debiera mostrarse la calumnia que
fuera a cavar los sepulcros en busca de víctimas. ¿Quién lanzó la bala oficial
que detuvo su carrera? ¿Partió de Buenos Aires o de Córdoba? La historia
explicará este arcano. Facundo Quiroga, empero, es el tipo más ingenuo del
carácter de la guerra civil de la República Argentina; es la figura más
americana que la revolución presenta. Facundo Quiroga enlaza y eslabona todos
los elementos de desorden que hasta antes de su aparición estaban agitándose
aisladamente en cada provincia; él hace de la guerra local la guerra nacional,
argentina, y presenta triunfante, al fin de diez años de trabajos, de
devastaciones y de combates, el resultado de que sólo supo aprovecharse el que
lo asesinó.”
“He creído explicar la revolución
argentina con la biografía de Juan Facundo Quiroga, porque creo que él explica
suficientemente una de las tendencias, una de las dos fases diversas que luchan
en el seno de aquella sociedad singular.”
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