jueves, 8 de marzo de 2012

De Sarmiento y su "Facundo"


Domingo Sarmiento en su juventud
A la época de su exilio en Chile, Domingo Sarmiento se encontraba preocupado por publicitar los acontecimientos de la América a las naciones de Europa. Creía que los europeos como cultos y civilizados que eran, no podían imaginarse de que se trataba el gobierno tiránico de Rosas  y, menos aún, cuáles eran sus causas. Sarmiento dice acerca del conflicto con Francia que “sus más hábiles políticos no han alcanzado a comprender nada de lo que sus ojos han visto al echar una mirada precipitada sobre el poder americano que desafiaba a la gran nación”.
Preocupado, en gran parte, por obtener la ayuda exterior e informar al mundo acerca de la barbarie que gobernaba a la nación del Plata, Sarmiento escribe su  obra “Facundo; o Civilización y Barbarie en las Pampas Argentinas” de acuerdo a la necesidad de realizar un estudio exhaustivo de las condiciones en las que se genera el despótico gobierno.
A la República Argentina le ha hecho falta un Tocqueville” dirá el sanjuanino en su introducción, refiriéndose al joven francés cuyo principal escrito “La democracia en América” vino a revelar en Europa la “naturaleza” de la nación norteamericana y la forma de gobierno republicana y federal. “Hubiérase entonces –continúa Sarmiento- explicado el misterio de la lucha obstinada que despedaza a aquella República; hubiéranse clasificado distintamente los elementos contrarios, invencibles, que se chocan; hubiérase asignado su parte a la configuración del terreno, y a los hábitos que ella engendra; su parte a las tradiciones españolas, y a la conciencia nacional, íntima, plebeya, que han dejado la Inquisición y el absolutismo hispano; su parte a la influencia de las ideas opuestas que han trastornado el mundo político; su parte a la barbarie indígena; su parte a la civilización europea; su parte, en fin, a la democracia consagrada por la revolución de 1810; a la igualdad, cuyo dogma ha penetrado hasta las capas inferiores de la sociedad”.
Habría revelado a los ojos atónitos de la Europa un mundo nuevo en política, una lucha ingenua, franca y primitiva entre los últimos progresos del espíritu humano y los rudimentos de la vida salvaje, entre las ciudades populosas y los bosques sombrío”.
La clave de la explicación que pretende encontrar el autor de Facundo, reside en la barbarie a su vez producto de los factores naturales particulares de esta tierra.
Las influencias del naturalismo en el futuro padre del aula, son notables. Aquella corriente de pensamiento que busca en el conjunto de la naturaleza, la totalidad de causas de determinado estado.
A su vez, el positivismo de Comte y Saint-Simon que pretende reducir las ciencias sociales a la exactitud de una ciencia natura, también están presentes en el pensamiento de Sarmiento. A su vez, asoma una influencia romantica, con su idea de resaltar las particularidades de cada región que se opone al clasicismo de los valores absolutos, alejándose del racionalismo puro cartesiano.
Sarmiento continua enumerando los diversos factores responsables del estado social argentino, dónde la madre patria también ocupa un lugar destacado. “Esa rezagada a la Europa, que echada entre el Mediterráneo y el Océano, entre la Edad Media y el siglo XIX, unida a la Europa culta por un ancho istmo y separada del Africa bárbara por un angosto estrecho, está balanceándose entre dos fuerzas opuestas”.
Como toda la generación del ’37, Sarmiento considera a España como lo más atrasado de Europa; conservadora y ultracatólica, es la España de la inquisición tardía en pleno siglo XIX y del despotismo. El pensador sugiere la idea de conocer a la misma España a través de la observación de la vida en Argentina cuando dice que “el problema de la España europea, podría resolverse examinando minuciosamente la España americana, como por la educación y hábitos de los hijos se rastrean las ideas y la moralidad de los padres”.
Los Jesuitas, una de las instituciones españolas más representativas, tuvieron su epicentro en el Paraguay y en aquellas selvas se instituyó el gobierno despótico del Dr. Francia una vez terminada la dominación española. Sometidos durante cientos de años al autoritarismo ibérico, una vez libres de la metrópoli, no pudieron hacer otra cosa, los paraguayos, que continuar con la tradición.
Con la nación guaraní como referencia, Sarmiento entonces se pregunta “¿No merece estudio el espectáculo de la República Argentina que después de veinte años de convulsión interna, de ensayos de organización de todo género, produce al fin del fondo de sus entrañas, de lo íntimo de su corazón, al mismo Dr. Francia en la persona de Rosas?”.
La conclusión a la que es posible arribar es que el hecho de que la Argentina sea hija de la fanática España ha sido un factor determinante para la vida política del país tras su independencia. La observación le indica al joven literato que el despotismo ha aparecido en el Rio de la Plata de la misma forma que antes se había manifestado en el Paraguay, región que estuvo sometida de manera más intensa a las tradiciones representativas de España.
El otro elemento que oficia de determinante son las campañas o vastas pampas despobladas, las tierras del indio salvaje y donde además se había formado el individuo típico de estas tierras; el bruto y solitario gaucho dedicado a arrear el ganado y habituado a las más rudimentarias costumbres tan ajenas a la civilización europea.
No encontraba Sarmiento, en la figura de Quiroga, más que una representación del salvajismo al puede llegar un ser humano criado en estas campañas, a su vez que es representativo del gaucho típico.
De esta forma, Facundo ejerce el terror cual si fuera una bestia. Según el sanjuanino, el caudillo riojano tiene verdadera sed de sangre pues lleva impreso el sello inclaudicable del salvajismo…

Quiroga montado en su célebre 'Moro'
¡Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte, para que sacudiendo el ensangrentado polvo que cubre tus cenizas, te levantes a explicarnos la vida secreta y las convulsiones internas que desgarran las entrañas de un noble pueblo! Tú posees el secreto: ¡revélanoslo! Diez años aún después de tu trágica muerte, el hombre de las ciudades y el gaucho de los llanos argentinos, al tomar diversos senderos en el desierto, decían: "¡No, no ha muerto! ¡Vive aún! ¡El vendrá!" ¡Cierto! Facundo no ha muerto; está vivo en las tradiciones populares, en la política y revoluciones argentinas; en Rosas, su heredero, su complemento: su alma ha pasado a este otro molde, más acabado, más perfecto; y lo que en él era sólo instinto, iniciación, tendencia, convirtióse en Rosas en sistema, efecto y fin; la naturaleza campestre, colonial y bárbara, cambióse en esta metamorfosis en arte, en sistema y en política regular capaz de presentarse a la faz del mundo como el modo de ser de un pueblo encarnado en un hombre que ha aspirado a tomar los aires de un genio que domina los acontecimientos, los hombres y las cosas. Facundo, provinciano, bárbaro, valiente, audaz, fue reemplazado por Rosas, hijo de la culta Buenos Aires, sin serlo él; por Rosas, falso, corazón helado, espíritu calculador, que hace el mal sin pasión, y organiza lentamente el despotismo con toda la inteligencia de un Maquiavelo. Tirano sin rival hoy en la tierra…

El sistema de Sarmiento (si es que hay alguno) se enfrenta a un dilema; “¿Rosas, según esto, no es un hecho aislado, una aberración, una monstruosidad? ¿Es, por el contrario, una manifestación social; es una fórmula de una manera de ser de un pueblo? ¿Para qué os obstináis en combatirlo pues, si es fatal, forzoso, natural y lógico? ¡Dios mío! ¡Para qué lo combatís!”.
Como bien lo expresa el polémico sanjuanino, si Rosas y su gobierno tiránico no son más que la manifestación en política de la naturaleza de esta región, que por otro lado es la única que corresponde, se entiende, dadas las características de este suelo, entonces es inútil tratar de combatirlo, pues de hacerlo se estaría atentando contra el mismo estado natural de la Argentina.
La resolución, entonces consiste en ir contra ese estado de cosas, combatirlo con la pluma pero también con la espada, fundando escuelas pero también mediante la eliminación de lo que Sarmiento y toda su generación entendían por barbarie.
¿Somos dueños de hacer otra cosa que lo que hacemos, ni más ni menos, como Rosas no puede dejar de ser lo que es? ¿No hay nada de providencial en estas luchas de los pueblos? ¿Concedióse jamás el triunfo a quien no sabe perseverar? Por otra parte, ¿hemos de abandonar un suelo de los más privilegiados de la América a las devastaciones de la barbarie, mantener cien ríos navegables, abandonados a las aves acuáticas que están en quieta posesión de surcarlos ellas solas ab initio?”.
Como dos naturalezas diferentes que no pueden dejar ser lo que inevitablemente son, que tienen el sello del destino en cuanto a una manera de ser, en cuanto a sus tendencias naturales, tanto el bárbaro como el culto, esa misma tendencia racional es la que  le permite al hombre civilizado tratar de transformar la realidad obrando como agente transformador al ser sujeto provisto de voluntad, y a su vez sujeto transformado en cuanto están atados a la predestinación de su ser.
La civilización y la barbarie se enfrentan en el sistema de Sarmiento. La vida culta de la ciudad frente al aislamiento embrutecedor del campo, una lucha que (siguiendo su lógica) debiera dar por vencedor finalmente a la civilización, por ser el único de los dos bandos que ostenta una voluntad sistémica y por lo tanto capaz de poner a su servicio los agentes multiplicadores de la técnica y la ciencia; frente a la civilidad se encuentra el estable, instintivo y desorganizado caudillaje, aunque no por eso de mansa naturaleza. El progreso viene abriéndose camino y es imposible frenarlo, tarde o temprano el progreso llega…
De todas maneras las soluciones del progreso no vienen solas y se emplearán para su llegada los métodos más heterodoxos; desde la educación primaria, la inmigración europea y tal vez el punto más polémico de esta idea del progreso haya llegado con la conquista del desierto llevada a cabo por el general Roca.
La exterminación del indio responde a un sistema de ideas que no permite la conciliación con las razas originarias, es el punto culmine de la práctica del modelo de civilización y barbarie que tuvo en Sarmiento a su más apasionado inspirador.

Bronce de Domingo Faustino Sarmiento. Plaza XX de Septiembre, Mar del Plata



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"Diez años ha que la tierra pesa sobre sus cenizas, y muy cruel y emponzoñada debiera mostrarse la calumnia que fuera a cavar los sepulcros en busca de víctimas. ¿Quién lanzó la bala oficial que detuvo su carrera? ¿Partió de Buenos Aires o de Córdoba? La historia explicará este arcano. Facundo Quiroga, empero, es el tipo más ingenuo del carácter de la guerra civil de la República Argentina; es la figura más americana que la revolución presenta. Facundo Quiroga enlaza y eslabona todos los elementos de desorden que hasta antes de su aparición estaban agitándose aisladamente en cada provincia; él hace de la guerra local la guerra nacional, argentina, y presenta triunfante, al fin de diez años de trabajos, de devastaciones y de combates, el resultado de que sólo supo aprovecharse el que lo asesinó.”

He creído explicar la revolución argentina con la biografía de Juan Facundo Quiroga, porque creo que él explica suficientemente una de las tendencias, una de las dos fases diversas que luchan en el seno de aquella sociedad singular.”



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