Ángel Vicente Peñaloza, más
conocido en nuestra historia con el nombre de “El Chacho”, vivía cuando joven
en el pueblecito de Olta, allá… en La Rioja del terrible Facundo, donde la vida
de un hombre dependía de la fuerza de su brazo y del filo de su acero.
Su carácter sereno, la imponencia
del porte y su proverbial destreza con las armas lo había erigido en una
especie de patrón y consejero, a quién todos acudían buscando solución a sus
problemas y desventuras.
Por esos años era costumbre muy
arraigada en el gauchaje que asistía a un casamiento, robar la novia aunque
para ello tuvieran que abrirse camino a puñaladas.
En una oportunidad, en que “El
Chacho” fue invitado a una boda, el comisario del pueblo, con dos milicos,
trató de escaparse con la desposada, armándose entre los concurrentes un
revuelo de los mil demonios.
De pronto, el popular caudillo de
la localidad se lanzó sobre ello y arrebatándoles la pobre muchacha les pegó a los
tres intrusos una soberana paliza. En cuanto al comisario, lo colgó de un árbol
corpulento, con un lazo que le pasó por debajo de los brazos. Hecho esto
regresó a la fiesta como si nada hubiera ocurrido. No bien se encontró entre
sus convecinos, muchos de ellos se agruparon a su alrededor, para pedirle que
huyera lo antes posible, pues en cuanto Quiroga se enterara de lo que había
hecho a sus representantes, lo mandaría a fusilar.
-No me voy amigos –les respondió
tranquilamente -yo no le tengo miedo al general Quiroga.
En cuanto obscureció, los
sicarios del funcionario del Tigre de los Llanos y este (el comisario) de
inmediato le envió un parte en el cual le decía que “el bandido Ángel Vicente
Peñaloza llamado el Chacho se ha desacatado a S. E. en mi persona”.
Peñaloza y Quiroga. Caudillos riojanos |
Al recibir la nota Quiroga mandó
llevar a El Chacho a su presencia y escribió de puño y letra al pie de la
misma: “Que se friegue por sonso y por cobarde”.
Cuando llegó a Olta la partida de
montoneros que debía conducir a Peñaloza,
las viejas del pueblo prendieron velas a todos los santos y rezaron por
el alma del valiente, al que ya daban por muerto.
-¿Quién sos vos para pegarle a
mis hombres? –le preguntó Facundo al paisano.
-Me llamo Peñaloza señor –contestó
este con altivez- y yo no voy a permitir que nadie moleste a mis vecinos, que
son gente buena y trabajadora, aún cuando esos hombres sirvan a sus órdenes.
-Admiro tu valor muchacho, sobre
todo cuando sabías que, lo que hiciste, podía costarte la vida –le dijo Quiroga
sonriendo, y luego volviéndose hacia uno de sus ayudantes , le ordenó: -Que le
den un sable y chaquetilla a ese valiente que, desde hoy, será teniente de mi
escolta.
Tte. Juan Román Silveyra, Anecdotario Histórico Militar, Ed. Brunetti (1952)
No hay comentarios:
Publicar un comentario